miércoles, 24 de octubre de 2018

Una imagen, muchas palabras ... Caracas.




.- Primera imagen


Cuando vemos esta foto observamos al señor agarrando vegetales de la basura y nos sentimos tristes, indignados y pensamos por qué Venezuela llegó a este punto de miseria. El hambre, sobrevivir, porque es eso, no se trata de un loco, es un ser humano que no quiere morir y su intención es eso, conseguir lo poco que su vida le ofrece.


Para muchos, la percepción podría ser diferente, ¿Por qué no trabaja?, ¿Por qué se humilla?, ¿Por qué cayó tan bajo?. Mi opinión es variada, puedo estar de acuerdo con eso, pero también deben entender que los seres humanos tienen un coeficiente intelectual, que en muchos casos no es igual a quienes opinan a la lijera.


Existen personas que aparentan ser normales, hablas con ellos y puedes apreciarlo, pero en nuestra sociedad hay un poco de daño cerebral y claro, también muchos casos de enfermedades mentales.


Otro tema es la educación que cada quien recibe. El soporte de una familia estable es muy importante para vivir en este mundo. No todos tienen la dicha de tener unos padres que te eduquen con valores, que te entreguen lo más valioso para una estabilidad emocional, el amor. Que te enseñen a luchar, a ser mejores a pesar de las dificultades, a ganar las cosas con esfuerzo y trabajo.


Venezuela sufre además de todos los problemas, la destrucción de la familia, la base fundamental de la sociedad.


Cuando el mal culmine su nefasto trabajo en nuestro país, la educación deberá ser prioridad para reconstruir nuestra nación.


En la imagen vemos al señor buscando en la basura, pero es muy relevante lo que sucede alrededor. Los niños, que son esponja y todo copian. Para ellos resulta normal hoy, que otras personas escarben en la basura para comer. Ellos aprenden lo que viven y ven. Las escuelas tendrán un arduo trabajo para borrar ese modo de vida, que no es sano y mucho menos es vida.


Por otro lado vemos a los guardias nacionales, persiguiendo a los más débiles que venden cualquier tontería para ''vivir''.

Sin embargo, no pueden con lo realmente perjudicial, los bachaqueros, que en sus narices venden estafando a los ciudadanos que desesperados por llevar alimentos a sus hogares, les compran. Productos que no se consiguen en el merdado habitual porque hasta las bodegas desaparecieron. Ellos venden al precio que les da la gana, especulando a sus propios compatriotas. Que son a su vez, también parte del problema, vienen de familias destruidas en valores y principios.


Hace muchos años un uniforme inspiraba respeto, hoy solo es represión, matraqueo, ineptitud, maltrato, ausencia de formación profecional y hasta el asesinato.


Esa es la plaza Pérez Bonalde, los bachaqueros allí y todos escuchamos las voces: ''compro, vendo'', ''arroz, azúcar, harina'' ... Y, los guardias no son sordos. Al final de este drama patológico, los siempre afectados, los ciudadanos buscando qué comprar con lo poco que tienen.





.- Segunda imagen

La vida sigue, la basura queda. Las moscas superan a los humanos. Y nada pasa para cambiar esto. La contaminación es evidente, las enfermedades latentes en un país sin medicinas, sin sistema sanitario de primera, porque eso es lo que aspiramos, no miserias. El actual sistema de salud atenta contra todos los venezolanos y todos los que aquí vivimos.

Y venden algunos al lado de esa putrefacción y nadie se alarma, no pasa nada. Parece que no es preocupación andar por una ciudad basura, con hedores, alimañas, animales, sin contar con la especie humana que se dedica a robar, a quitarle hasta a una viejita su bolsa de comestibles.



.- Tercera imagen

Una cosa es lo que el régimen decreta en una cadena nacional y otra lo que sucede en la calle, en la vida real.
Regulan productos y al día siguiente desaparecen. Tremenda economía la de esta cosa roja. Pero a los chavistas de cuello rojo no les  falta nada, comen bien, basta ver como engordan sin disimulo.

Ya tenemos como dos meses sin contar con carne y pollo. En algunos establecimientos de mercados populares se consiguen haciendo largas colas, pero hay que madrugar porque ya al mediodía no queda nada. En los automercados, carnicerías no existen, solo los estantes vacios o llenos de chinchurria, huesos. Se consigue  cochino y bien costoso. El pescado ni se diga, es un lujo.

El venezolano por muy pobre que sea, siempre había comido bien, estaba acostumbrado a tener en su mesa carne y pollo. Hasta una simple empanada de carne mechada ya no hay. Hay de salchichas sin marca, vegetales con monte y queso en polvo.

Los regulan pero unos se saltan esos precios y logran vender un poco en la calle, a precio no regulado, si justo y la gente lo compra porque lo necesita. Lo paga al precio que sea. Claro, los que pueden. Cansados de comer lentejas y caraotas todos los días.

En la foto un hombre pensando si compra o no. A ver si le alcanza. Pero al final lo paga porque tiene hambre y piensa en su familia, en sus hijos que van a la escuela y necesitan comer mejor, al menos un día. (los que aun pueden enviar a sus hijos al colegio, ''ese'', es otro tema).

Entonces concluimos en que la regulación no funciona. Nadie vende un pollo al precio que manda la dictadura de hambre. Los venezolanos estaban acostumbrados a comprar sus víveres en un automercado, o en mercados populares, pero no le queda otra que hacerlo en algún puesto ambulante, en la calle, sin higiene, sin refrigeración necesaria, sin empaque adecuado, solo de ese tablero plagado de moscas a una bolsa, que tu lleves, porque ni eso dan.

Así estamos ...

Una imagen, muchas palabras.

23 de octubre de 2018

Catia - Caracas - Venezuela -

ovario

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